Autobiografia
Sobre leer y escribir
El primer libro que leí fue "Caídos del mapa", de María Inés Falconi. Me lo regaló mi tía para mi noveno cumpleaños y desde ese primer libro soy lectora. Leí los trece libros de la saga, uno tras otro. Con ella conocí el placer de que salga una nueva edición y correr a la librería a comprarlo. Nada me generaba más adrenalina y entusiasmo que ir a comprarme un libro. Todas las noches venía mi mamá a retarme porque eran las tres de la mañana y yo seguía leyendo cuando al otro día tenía colegio. Me reía a carcajadas y despertaba a mi hermano que dormía en la cama de al lado. Siempre voy a recordar "Caídos del mapa" con un cariño especial por haber sido quien me adentro al mundo de la lectura y quien me ha acompañado toda mi infancia.
Mi mamá tiene una carpeta repleta de cuentos que escribí desde los 10 años. Algunos cuentos cortos y otros largos. Me acuerdo de haber escrito un cuento que se llamaba el Diario de Juanita, que se trataba de una nena que tenía una vida perfecta. Proyectaba en Juanita todo lo que soñaba. Siempre quise tener muchos hermanos (tengo uno), por lo que Juanita tenía siete. Siempre quise conocer a los protagonistas de las películas que veía por la televisión, a los cuales Juanita tuvo la suerte de encontrárselos por la calle yendo a la escuela. Si había algo que me encantaba era sentarme y escribir todas las historias que se ocurriesen en el momento.
El libro que más me marcó se llama "Capitanes de la arena", de Jorge Amado. Mi papá me lo recomendó hasta el cansancio y al principio yo me negaba a leerlo porque por la portada parecía muy aburrido. Hasta que un día decidí dejar mis prejuicios de lado y leer el último libro que me quedaba en casa. De las mejores decisiones que tomé en mi vida. El libro trata de la vida de un grupo de niños y adolescentes huérfanos y pobres de Salvador, la capital de Bahía en Brasil. Viven todos juntos en un almacén abandonado y liderados por Pedro Bala, el protagonista de la novela, se dedican a robar para poder sobrevivir. La cruda realidad a la que te transporta este libro me ha tocado de tal manera que cambió mi forma de ver al mundo, mi forma de ser.
Ya de más grande empecé a escribir porque lo necesitaba. Necesitaba poner en palabras eso que no me dejaba dormir a la noche. Exteriorizar lo que me pasaba me ayudaba a calmarme. Y cuando más adelante leía aquello que había escrito en momentos de angustia, me generaba alivio saber que ya no me identificaba con esos textos. Que los había arrancado de mi. De alguna manera escribir me sacó de mis peores momentos.
"La sombra del viento" de Carlos Ruiz Zafón, es lo que por el momento considero mi libro favorito. Desde que lo leí que quiero conocer el cementerio de los libros olvidados. Fantaseo con que realmente exista y que algún día yo tenga el privilegio de poder adentrarme en esos pasillos y elegir un libro. O que el libro me elija a mí, como le pasaba a Daniel.
El libro que leí que hizo darme cuenta que quería dedicarme a escribir fue "Historia de cronopios y de famas" de Julio Cortázar. Tuve que ir corriendo hasta el cuarto de mi mama cuando abrí el libro y leí: "La tarea de ablandar el ladrillo todos los días, la tarea de abrirse paso en la masa pegajosa que se proclama mundo". Si sos argentino, sabes que Cortázar es otra cosa. Que su talento como escritor es inigualable. Pero la primera vez que lo leí, tuve que ir corriendo hasta al cuarto de mi mama para leerle esa primera oración y que las dos nos deleitemos juntas. Me di cuenta que todo lo que había escuchado de él era cierto, por no decir que no le hacía justicia a lo que acababa de leer. Desde ahí supe que quería estudiar algo relacionado a la escritura. Para que algún día pueda escribir algo propio que me deleite como lo hizo la primer oración de ese libro. Muy pretencioso de mi parte.
3 momentos
Se supone que yo era muy chica para acordarme, pero me acuerdo de memoria. Como si hubiese sido ayer. Con mis primos corríamos por todos lados y jugábamos a las escondidas. Había tanto espacio verde para jugar que no pudimos resistirnos. Era un lugar hermoso, demasiado hermoso para lo que realmente significaba. Fue confuso para mi volver después de un tiempo, ya más grande y entendiendo que ese día que me había divertido tanto con mis primos, había sido el día del entierro de mi abuela. Ese día que volvimos a visitarla con mi familia, fue la primera vez que recuerdo haber visto llorar a mi papá. Era muy contradictorio, que un lugar tan bello sea tan triste al mismo tiempo. Me acuerdo de ponerme a llorar con mi papá, mas que nada porque me angustiaba verlo así. No tengo muchos recuerdos de mi abuela. Los que tengo son borrosos, pero por lo menos siguen estando. Siempre que veo videos o fotos de ella, se me viene la imagen de ella preparándome leche tibia con azúcar. O también que cuando ella estaba, siempre había postre después del almuerzo de los domingos. Que nos compraba pepitos rellenas para tener cuando fuéramos a su casa. Había un video dando vueltas, que no encuentro hace mucho tiempo. Estábamos en la mesa del patio de la casa de mis abuelos, yo estaba encima de ella con una camiseta de boca que me quedaba enorme y con un pote de helado. Mi papá me molestaba tratando de robarme el helado y yo, como angurrienta que era, lloraba porque no quería compartir. Y mi abuela, como mal criadora que era, lo retaba a mi papá por hacerme llorar obligándolo a devolverme el pote de helado, que se suponía que era para todos, pero ella me lo dejaba a mi. Me gustaría encontrar ese video y verlo de nuevo para imaginarme que todavía ella está en los asados de los domingos.
Hubo una persona con la que crecí, con la que viví gran parte de mi adolescencia y con la que aprendí que se siente amar y ser amado. Mi primer amor. Lo conocí en el club en el que jugábamos los dos, teníamos amigos en común que nos presentaron y desde entonces fuimos inseparables. Nos pusimos de novios a los 14 años, éramos muy chicos y todavía no entendíamos mucho que era todo lo que nos estaba pasando y cómo manejarlo. Pero fuimos aprendiendo juntos y con nuestros aciertos y errores, con los buenos y los malos momentos, estuvimos cuatro años juntos. Casi todas mis primeras experiencias de adolescente las viví con él a mi lado. Fue un gran compañero a lo largo de todos estos años, siempre estaba para mi y yo para él. Nos entendíamos y complementábamos muy bien, me hacía sentir la persona más especial y más querida del mundo. Siempre le voy a estar agradecida por darme eso, por mostrarme lo que es el amor. Aunque fuimos chicos supimos querernos bien y tengo muy claro que me marcó para siempre. Lamentablemente, la vida nos puso en caminos diferentes y nos tuvimos que separar. Cuando terminamos el colegio, él se fue a estudiar a Córdoba y yo me vine a estudiar a Buenos Aires. Nunca nadie me avisó lo doloroso que es separarte de la persona que amas cuando no queres hacerlo. Creo que si hay un momento significativo en mi vida fue el día que tuve que despedirme de él y de todos esos años juntos.
Irme de Neuquén fue de las cosas más difíciles que hice. El día que me vine a Buenos Aires lo vi a mi papá llorar de nuevo. No quería soltarme de su abrazo porque eso significaba dejarlo a él y a toda mi familia atrás. Tenes que aprender a soltar lo que conocías como vida muy de golpe y entender que por mas que vuelvas mil veces a tu casa, tu vida de antes ya no está mas ahí. O no como la conocías. Es muy duro volver por primera vez porque te das cuenta de esto. Pero a pesar de tener que dejar atrás mi vida, mi familia, mis amigos, mi novio, mi casa, no puedo estar más agradecida de haber tenido la oportunidad de poder venirme a Buenos Aires. Salir de lo cómodo, de lo conocido, para experimentar una vida completamente nueva, por más fuerte que sea, siempre trae aprendizaje y cosas muy buenas. Me encanta la ciudad, me encantan sus avenidas, sus edificios antiguos, sus plazas y parques, sus monumentos. Me encanta poder ir a la cancha, a las marchas masivas en fechas importantes, a los recitales que quiera, ir a la universidad a la que voy. Me encanta Buenos Aires y que me haya enseñado que la vida sigue, que hay mucho por vivir y conocer, mucho por experimentar. Al mismo tiempo también me encanta Neuquén y, aunque ahora mi lugar sea otro, poder volver siempre y sentirme en casa una vez más.
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