De cuando el asesino se aburrió de esperar- cuento policial
De cuando el asesino se aburrió de esperar
No podía dejar de asombrarme mientras recorría el lugar del crimen que nos habían asignado a mi y a mi compañero. Era una casa gigante que estaba toda decorada con cuadros antiguos y que de su techo colgaban lámparas de cristal. Los pisos de madera parecían recién lustrados, daban la sensación de que la enorme mansión era nueva, que nunca había sido habitada. Pero tanto las grietas por la humedad cerca de los zócalos, como el cuerpo sin vida de quien había sido la dueña de la casa, me sacaron esa sensación rápidamente. La encontraron en el living de la casa junto a un reloj de pie con un cuchillo herrumbrado clavado en el centro de la espalda con mucha precisión. No van a poder sacar esa mancha de sangre de la alfombra con nada. Que lastima con lo hermosa que era, pensé.
-Anota querido- me llamó mi compañero- Mujer de cincuenta años, canosa. ¿Qué hora es?
-Las cinco de la tarde- le digo mirando el reloj del living.
-Sin vida desde hace aproximadamente dieciocho horas. Causa de muerte, homicidio con un cuchillo en la espalda, pero también tiene heridas profundas en la cabeza. Vivía sola, no había nadie más que la señora y la persona que la asesinó en la casa. La encontraron unos vecinos que decidieron averiguar qué ocurría. El perro negro de la señora no paraba de ladrar y se les hacia raro porque nunca pasaba la noche afuera, la dueña siempre lo hacia dormir adentro. Pero esa noche no lo entró. Decidieron venir a ver qué ocurría y desde la ventana que da al living pudieron verla muerta.
-¿Hay algún sospechoso?¿Los vecinos pudieron darnos información sobre la mujer o sobre alguien que tuviera motivos para asesinarla?- pregunté tratando de ver cómo proseguir. Es difícil resolver casos cuando no hay pistas.
-Ahora los iba a interrogar. Mientras, volve a fijarte si por la casa encontras algo que nos diga por dónde empezar.
Siguiendo órdenes, me adentre a la casa decidido a investigar en el cuarto de la mujer en busca de pistas. Cuando entré, vi que la cama estaba deshecha y que había una ventana abierta. En la mesita de luz había libros, un vaso de agua y pastillas. Busqué en los cajones y todo parecía normal, hasta que algo me llamó la atención. Una foto de la mujer abrazando a un hombre, pero lo llamativo es que la cara del hombre estaba pintada con lo que parecía pintura roja. Los pelos de la nuca se me erizaron y tratando de justificar que el escalofrío que me recorrió el cuerpo fue por el frío del invierno y no por aquella foto, me acerque a la ventana y la cerré. Un poco queriendo salir de aquella espeluznante habitación y un poco porque no había encontrado nada más que la foto, decidí ir a ver si había alguna pista en el baño.
Apenas abrí la puerta volví a sentir el escalofrío. Con lo primero con lo que me encontré fue con un espejo roto. Los vidrios despedazados estaban manchados con sangre, que claramente era de la mujer. Debajo de uno de esos pedazos astillados del espejo, había una nota. Escrito con lo que parecía tinta roja pero que yo bien sabía que era otra cosa, el papel decía: “¡Cuidado! No se vaya a cortar. Espero con ansias que nos encontremos al final del misterio”. Desesperado baje corriendo las escaleras para avisarle a mi compañero que había encontrado algo que nos ayudaría. Pensando que iba a estar en el living, donde todavía estaba el cuerpo de la mujer, corrí en su búsqueda. Como al entrar no lo vi, estaba por irme a la casa de los vecinos a buscarlo cuando mis ojos se toparon de nuevo con el reloj de pie. Seguía marcando la misma hora que cuando, guiándome por este, le dije a mi compañero que eran las cinco de la tarde. Podría haber pensado que simplemente era un reloj que ya no andaba y que la señora lo tenía de decoración. Pero por alguna razón sentía que era otra pista que el asesino había dejado ahí para inducirme en su juego macabro. Al acercarme lentamente empiezo a confirmar mi teoría cuando note que las agujas del reloj no sólo marcaban las cinco de la tarde, sino que también señalaban lo que parecía ser otra nota. “Los voy a ayudar un poco porque los noto dispersos, no están avanzando como deberían. Entre sigilosamente por la ventana de su cuarto, baje las escaleras y cuando entre al living y la vi sentada en ese sillón enano que está al costado de la chimenea, la apuñale por la espalda. Espero que les sirva, ya me estoy empezando a aburrir”.
Me quedé incrédulo. La persona que había asesinado a la mujer nos estaba observando, estaba jugando con nosotros y cada paso que dábamos parecía acercarnos más a su trampa. Trate de seguir el posible recorrido que el asesino habría hecho si lo que contaba en la nota era verdad. Comencé a notar huellas de sangre y no pude evitar pensar que no me estaba guiando hacia la verdad sino que me estaba dirigiendo hacia el horror. El asesino tenia que estar en la mansión en ese mismo momento para poder estar dejando aquellas notas. No entendía a que estaba jugando y cuales eran las reglas a seguir. Siguiendo los pasos del asesino llegue hasta al patio, pero era tan enorme que me sentí como en un callejón sin salida. Eufórico comencé a correr por aquella inmensidad de pasto, de arboles y de arbustos en busca de alguna pista que me indicara que hacer, como seguir. De repente me vi en un estado de dependencia de aquellas notas, de aquel juego perverso. Cuando estaba llegando al borde de la locura, mi corazón se detuvo al reconocer el rostro sin vida de mi compañero entre las plantas. Sobre su cuerpo, como burlándose, el asesino había otra nota que decía: “Ya me aburrí de esperar”.
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