A veces es mejor no enterarse de todo lo que pasa. Pero en un pueblo como Nogolí es difícil no saber todo de todos. Pueblo chico infierno grande dicen. Y qué infierno fue el día que Pablo se enteró de la traición de su mejor amigo Carlos.
Pablo y Carlos eran amigos desde que tenían conciencia. Había pocas cosas que no hacían juntos. Vivieron y presenciaron junto al otro cada momento de la vida que ellos consideraban importante. El primer auto que se compró Pablo, sus primeras veces, la vez que Carlos abrió su verdulería. los primeros matrimonios y los primeros divorcios. Todo. Y como no podía ser de otra forma, Carlos estuvo presente el día que Pablo se volvió a enamorar.
Conoció a Amelia un 7 de enero, con el calor del verano quemándole la piel en un banco de la plaza. Pablo y Carlos habían ido a jugar al truco con un grupo de amigos a un bar cerca y cuando terminaron y se despidieron del resto, se quedaron tomando unas cervezas en un banco de la plaza. Cuando estaban por terminar el último trago de las cervezas ya calientes y sin gas, Pablo la vio a lo lejos caminando y Amelia lo vio de lejos sentado. Y desde ese cruce de miradas Pablo supo que esa mujer era su gran amor. Y así lo fue, porque desde ese 7 de enero, Amelia y Pablo no volvieron a separarse. Quizás esta sería una historia de esas cursis y empalagosas, de amor a primera vista, de las que siempre terminan con un final feliz, si no hubiese sido porque Carlos tampoco pudo evitar mirar a los lejos a Amelia.
No fue hasta días después de la muerte de su queridísima esposa, que Pablo se enteró que por los últimos 9 años de su matrimonio con Amelia, ella y Carlos habían tenido una aventura. Abrió una cajita que guardaba Amelia en uno de los cajones de su cómoda y en ella encontró cartas, flores, joyas, fotos. Toda evidencia de su amorío con Carlos. El odio le empezó a correr por las venas e inundó todos sus pensamientos. No podía entender cómo las dos personas que más amo en su vida podían haberle hecho esto. Quería vengarse de Carlos con tanta ansia que lo llevó a hacer algo que nunca pensó que haría.
Acudió a una vieja señora de Nogolí, la cual era conocida por hacer todo tipo de brujerías y por poder contactarse con todo tipo de entidades. Pablo no creía realmente en estas cosas, pero no iba a perder la oportunidad de arruinarle la vida a quien había sido su mejor amigo. La anciana escuchó a Pablo con atención cuando este le contaba todas sus desgracias y su intención de vengarse. La señora, sintiendo compasión por él, decidió ayudarle. Le aseguro que Carlos no vería un peso más, que no volvería a vender una sola verdura. Pablo, ingenuo y satisfecho con que el hombre que le había quitado a su amada se quede en bancarrota, le tendió la mano a la anciana sin saber que estaba sellando un pacto del que no habría vuelta atrás.
En un pueblo chico como Nogolí, donde es difícil no saber todo de todos, Pablo comenzó a escuchar rumores que le ponían los pelos de punta. Cuando sentado en el mismo banco que conoció a Amelia, escucho que una joven llamada Ana y toda su familia había sido violentamente atacada por su madre, que durante la cena se había convertido en una especie de monstruo. Inmediatamente supo que tenía que ver con el pacto que había hecho con la anciana. Lo sintió en el fondo de su ser, esto era su culpa. No sabía cómo y tampoco quería confirmarlo, pero estaba seguro de que este mal que acechaba al pueblo provenía de la verdura que vendía Carlos. Algo hizo la vieja esta con las verduras de Carlos, se repetía todas las noches antes de dormir.
Como mucha gente de Nogolí, Pablo decidió escapar del pueblo y llevar su secreto a la tumba. Preparó un bolso con ropa, agarró su viejo auto, aquel que se compró con Carlos al lado, y se fue del pueblo. Dejando atrás una amistad destruida y el recuerdo de un viejo amor. Dejó atrás aquel infierno que él había desatado en un pueblo chico que alguna vez había sido su casa.
Comentarios
Publicar un comentario